martes, 8 de marzo de 2011

En el Día de la Mujer

LA LIBERTAD | En la Antigüedad nadie discutía que los hombres tuvieran alma, pero se tenían muchas dudas con respecto a que existiese un alma en las mujeres. No es pues extraño que Plutarco expresara que la mujer era más ligera que una pluma y tan intrascendente como el polvo. Por milenios, la mujer no tuvo otro papel que el de ser la criada del hombre; de aquí el derecho legal del marido de golpearla a su gusto y antojo. Los reyes, por supuesto, podían cortarles la cabeza por una simple desavenencia.

Con la aparición de la teología como "ciencia de ciencias", y con el descubrimiento del obispo de Verona de "que la tercera parte de la población femenina eran con seguridad brujas", hasta faltó leña para purificar el mal.

Sólo en Inglaterra y España, entre 1567 y 1673, se quemaron en la hoguera a unas 300 mil personas, la mayoría de ellas mujeres. Su responsabilidad indiscutida en la pérdida del Paraíso y las persistentes opiniones de la Iglesia contra ellas, contribuyeron a crear este ambiente cargado de misoginia. De aquí la costumbre de llamarlas "lobas, fieras de lujuria, sanguijuelas de semen, cabras insaciables".

En 1998, la Iglesia abrió parcialmente los archivos de la Inquisición; pero casi de inmediato volvió a cerrarlos... Y es que hay verdades tan horrendas que mejor es que sigan siendo secretas.

Hace apenas 50 años, las mujeres todavía usaban corsés y se les educaba para observar en silencio, hablar lo indispensable y modelar el carácter hasta hacerlo suave y apacible.

Con la aparición de la minifalda, del bikini y de las píldoras anticonceptivas vendidas a torrentes desde 1960, se inició una gigantesca revolución femenina que está lejos de terminar.

Las mujeres de hoy en nada se parecen a sus sufridas madres. El enamoramiento múltiple que desde siempre ha distinguido al hombre, también es ahora un rasgo femenino.

En la actualidad, las mujeres tienen todo lo que antes se les negaba; es decir: fuerza, valor, independencia, éxito, libertad sexual. Más aún, creen -y no están equivocadas- que el intelecto, el vigor, la belleza del cuerpo y la potencia sexual se convertirán en los ideales permanentes del siglo XXI. Si es cierto que los países más desarrollados no hacen más que poner delante de los menos desarrollados el espejo de su propio porvenir, entonces no está lejano el día en que nuestras aún sufridas mujeres logren ser dueñas de su destino. En el Día Internacional de la Mujer, que se celebrará mañana, éste es mi deseo.

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