Desde que Marjorie Hansen Shaevitz (directora del Institute for Family Work and Relationships, en La Jolla, EEUU) publicara en1.984 su libro “El síndrome de la supermujer”, la expresión“superwoman” o “supermujer” ha ido incorporándose paulatinamente en nuestro vocabulario hasta convertirse en algo familiar.
Desde Mujeres colapsadas creemos que es cierto que buena parte de las mujeres actuales no queremos renunciar a ninguna de las parcelas que la vida nos ofrece (familia, profesión, belleza, cultura) pero la dificultad reside en el hecho de que queremos rendir al 100% en todas ellas, y eso es lo que la torna en una opción inviableque nos conduce a situaciones de distrés.
La sociedad nos lo exige pero también nosotras mismas queremos dar el máximo en cada rol desempeñado. Éxito profesional, buena relación de pareja, hijos maravillosos, físico en forma y atractivo, desarrollo cultural… y mantener un estilo de vida acorde con todo ello, son conceptos que forman parte de nuestras aspiraciones.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La dicotomía “Mujer ama de casa” Vs “Mujer profesional”.
En los últimos 50 años las mujeres nos hemos visto impelidas a zambullirnos de pleno en esa aspiración de perfección y autoexigencia sin darnos cuenta que el precio de pensar y vivir como una “supermujer”, el querer creer en la fantasía de que “lo podemos todo”, puede ser muy, muy alto, al punto de llegar a poner en peligro nuestra salud.
Es lógico, las alternativas sociales que se planteaban nos situaron durante muchos años ante una dicotomía: Ser “ama de casa” (renunciando a nuestro derecho a un trabajo remunerado y una carrera profesional) o ser “profesional” (renunciando a una vida familiar). ¿Qué hacer entonces? Intentar hacerse cargo de todo a la vez. Parece que hemos pasado “de la liberación a una nueva trampa que nos lleva al agotamiento”.
“mujer ama de casa” →”mujer profesional” →”supermujer”
Lo cierto es que el número de mujeres actuales que pueden identificarse con este síndrome es cada vez más elevado. El tema preocupa a los profesionales y los medios de comunicación se ocupan cada vez más de divulgarlo y analizar las razones que llevan a miles de mujeres a verse afectadas por el síndrome. El tema afecta a toda la sociedad y como tal invito a todos los lectores a hacer uno de los ejercicios más saludables que conozco (propuesto hoy en La Contra por Günter Wallraff) : “Meterte en la piel del otro te enseña mucho, yo superé muchos prejuicios”
Mujeres que viven solas, mujeres-madres que atienden a los hijos, a familiares enfermos o mayores, mujeres que se responsabilizan de una casa y que ejercen diariamente una profesión. El nuevo mal puede afectarnos a todas, sin distinción de edad, estatus social o económico.
¿Conocemos bien sus signos y síntomas?
No todos son negativos. Identificarse con la “supermujer” reporta también consecuencias positivas: Alta autoestima, éxito, seguridad, confianza, reconocimiento y admiración.
Entre las consecuencias fisiológicas no deseables destacaría: Fatiga crónica, dolor de cabeza, contracturas musculares, trastornos alimentarios (anorexia-bulimia), trastornos digestivos (colitis, gastritis, síndrome de colon irritable), insomnio o sueño no reparador, falta de apetito sexual, déficit de atención.
Y entre las consecuencias psíquicas: Irritabilidad, depresión, crisis de ansiedad, insatisfacción, frustración y enojo suelen ser las más habituales.
Si alguno de estos síntomas te resultan familiares… quizás te estés exigiendo demasiado a ti misma. Tenlo en cuenta.
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